lunes, 26 de marzo de 2012

EL QUE SE CREÍA PAQUIRRÍN


En mi oficina todos vemos alguna serie por televisión. Mayoritariamente series americanas, del norte. Así que, como estamos enganchados, sólo hablamos entre nosotros cuando vamos andando por el pasillo. Me pregunto si no tienen una sala de reuniones, y cómo puede ser que siempre tengan que ir al mismo sitio, y con más prisa que un aparcacoches. No sé. Como a nosotros nos mola esa forma americana superprofesional de transmitir la información en la oficina, pues quedamos en la puerta y nos recorremos los pasillos. Incluso hemos empezado a introducir términos en nuestras conversaciones como "boligrafística", "planística" o "central calculística", porque mola mucho más. 
- Oye, Jorge, ¿tenemos ya los planos del proyecto?
- No, Jotacé, los de planística no han terminado aún. Están esperando los últimos datos de calculística.
- Ok, Yorg, estate encima de ellos. No podemos perder más tiempo. Voy a comprarme unos pantalones... cuando venga de pantalonística quiero los planos sobre mi mesa. Si quieres alguna cosa, estaré andando por el pasillo, que tengo una reunión.
El compañero Jotacé (Juan Carlos) está un poco más enganchado que el resto. Bueno, roza lo enfermizo. Ya no viene a desayunar con nosotros. A la hora del desayuno va a una cafetería que tiene un sofá y le dejan  sentarse en el respaldo y poner los pies encima. Además, le ponen el café en una taza grande de colores, y obliga al camarero a que diga su nombre, con tono ascendente, cuando entra por la puerta. Creo que Juan Carlos se está quedando en la parra. Ahora va con una pistola en el cinturón, y cuando se cabrea con el delineante, se aparta la chaqueta y se la enseña. La pistola. Creo que un día la va a usar, y entonces sí vamos a salir por la tele. En su flipada suprema, cuando hay silencio en la oficina, coge el teléfono y habla en inglés inventado, y se carcajea, y el teléfono ni siquiera ha sonado. De hecho se lo hemos desconectado. Ya no podemos fumar a su lado, porque  se empieza a rayar con nosequé de un humo negro, y unos números. Se está quedando arriba. El otro día le robaron el coche. Llevaba varias semanas que lo dejaba abierto y con las llaves puestas. Cuando vio que su coche no estaba dijo:
- ¡¡Jodidos bastardos¡¡, ... ya soy demasiado viejo para esta mierda.
Y se encendió un pitillo. Está como una puta cabra. Puso la denuncia por lo del coche, y cuando el policía se iba le dijo:
- Muchas gracias, Agente Martínez, gracias a hombres como usted, que luchan a diario por nuestra libertad, somos la mejor nación del mundo. 
- De nada, Jotacé, pero soy el Agente Especial Martínez.- Otro puto loco, pensé.
De vuelta a la oficina vino a verme:
- Me han robado el coche, hermano, y no sé de donde voy a sacar ahora 20 de los grandes.
Y eso no es todo. El otro día saqué un café antes que él en la máquina y me dijo que no le respetaba, y que haría que los de asuntos internos me expedientaran. Sólo pude mirarle fijamente a los ojos esperando alguna sonrisa bromista, pero no movió un solo músculo de su cara.
-Vale Juan Carlos, tómate un descafeinado no sea que te dé un infarto, machote.
Su familia empieza a estar algo preocupada. Me llamó su madre y me dijo que no había visto a su hijo tan mal desde que falló aquel lanzamiento en la universidad porque el quarterback había puesto el balón con las costuras hacia dentro. Colgué rápidamente, y tiré del cable del teléfono. Están todos sonados.
Como está claro que su familia no puede ayudarle, en la oficina estamos intentando echarle una mano, y controlamos el consumo televisivo de Jotacé. Ya no ve series americanas en la tele. Hoy a llegado a la oficina con la cabeza rapada, una camiseta de manga larga de listas horizontales azules, un vaquero semi gastado y zapatillas deportivas, y caminando con los pies a las tres menos diez.
- Quillo, Sésar, ... ¡vente y nos tomamo argo, cohone¡.- Y he ido, me ha podido la curiosidad.
- Quillo, tío... hoy me he percatado de que mis hermanos son los toreros de la familia, pero yo soy el artista.
El puto anormal se cree Paquirrín. Estoy acojonado. Me ha entrado el pánico. No sé porqué, pero me sentía más seguro cuando Juan Carlos iba con una pistola en el cinturón.

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